viernes, 25 de enero de 2013

The Decemberists - The Hazards of Love (2009)



The Decemberists son una banda formada en Porland, Oregon, EEUU, nacidos de la escena musical independiente estadounidense. Se ganaron rápidamente un nicho entre la escena del indie folk con su sonido fuertemente acústico, con uso de instrumentación diversa que incluye a parte del estándar de guitarra, bajo y batería (¿y teclados?), instrumentos como el banjo, el acordeón, melódica, violín, contrabajo y también el viejo y querido Hammond. La banda está formada (a la fecha, ya que ha sufrido varios cambio de alineación) por Colin Meloy (letrista, cantante y guitarrista), Chris Funk (talentoso multiinstrumentista), Jenny Conlee (acordeonista, pianista, tecladista, etc.), Nate Query (bajista –en bajo eléctrico y contrabajo) y Joen Moen (baterista). Con un sonido que bebe tanto del rock clásico como del rock alternativo y el folk sesentero, y con letras poéticas e inspiradas en una infinidad de escritores de siglos atrás (Colin Meloy estudió aunque luego abandonó Literatura y Teatro, acabando por realizar un programa de escritura creativa en la Universidad) la banda tiene un estilo bastante propio y único.



El trabajo que voy a reseñar hoy es, el que a mi parecer, puede resultar de más interés a los amantes del prog (aunque ya estaré volviendo a esta banda en otros momentos, se lo puedo asegurar) en especial del prog-folk, pero que están buscando algo que no sea un clon de Jethro Tull. The Hazards of Love es el cuarto disco de estudio de la banda. Es una ópera-rock en el sentido más tradicional del término, como si de una larguísima canción subdividida en distintas partes se tratara, todo fluye a la perfección en este álbum, fusionando distintos géneros con una soltura que pocos artistas pueden permitirse.

La historia es tan disparatada como todo a lo que está acostumbrado un progger. Como si de una relectura shakespereana de un cuento de hadas se tratara, tenemos a William (un hombre-fauno) que se enamora de Margaret (una dulce doncella), sin embargo la madre de él, la malvada Reina del Bosque se opondrá a ese amor y hará todo lo posible por separarlos. Al final la aparición de un personaje de la nada “The Rake”, un asesino y enfermizo sexópata, cambiará el rumbo de la historia cuando este secuestra a Margaret y William debe salir en rescate de su amada. El final es sumamente trágico por más que el “verdadero amor” tenga su triunfo, al acabar muriendo ahogados juntos los protagonistas. ¿Cómo les quedó el ojo?

La clave para el éxito de este disco está, sin embargo, en el uso de melodías recurrentes (un viejo truco que todos los que se han aventurado a hacer óperas rock han utilizado) y la duración del álbum. En lugar de romper los esquemas, mandar disco doble y hacer una pieza de dos horas de duración, The Decemberists cierra el disco apenas por debajo de una hora. Conciso, es esa la principal virtud del disco que evita así cansar. La variadísima instrumentación y el cambio casi constante de géneros también ayuda, así tenemos desde folk pastoral a fragmentos hard rockeros que rozan en el heavy metal setentero más clásico, desde valsesitos de guitarra acústica y acordeón hasta canciones circenses con inquietantes coros de niños. La presencia de distintos vocalistas encarnando a distintos personajes también es un viejo truco, pero sí que lo usan bien aquí. Pasemos ahora a un breve resumen canción a canción.

“Prelude”: como su nombre lo indicaría, es un preludio instrumental de unos 3 minutos que nos mete en el mundo de The Hazards of Love. Comenzando con un drone de bajo apenas audible el volumen va subiendo poco a poco a medida que se incorporan capas de teclados y cuerdas, derivando directamente en la siguiente canción.

“The Hazards of Love 1 (The Prettiest Whistles Won't Wrestle the Thistles Undone)”: una delicada melodía de guitarra, típicamente folkie, da paso a la voz de Colin Meloy que comienza a presentar a los personajes de la historia. Percusión interesante y una hipnótica línea de bajo hacen de base para que Meloy deje su voz flotar con calma. Las cosas se ponen más intensas hacia el final, con toques de banjo y la guitarra tomando un vibra aun más folkie que antes. Justo antes de terminar, un grito nos hace sentir momentáneamente en The Wall.

“A Bower Scene”: y entonces viene el primer momento de caos. Power chords, distorsión, tempo acelerado. Se siente el primer momento de tensión en el álbum. Margaret viene hacia el bosque y eso claramente representa problemas. Una explosión de hard rock llega al final de esta breve canción.

“Won't Want for Love (Margaret in the Taiga)”: la locura hard rockera da paso a acordes bluseros y de pronto estamos en los setentas. Una exquisita voz femenina, cortesía de Becky Stark, hace su entrada encarnando a Margaret. La letra, como todas las del disco, es extremadamente hermosa. Un breve interludio con Meloy cantando “O my own true love, o my own true love” en medio de la canción da un breve respiro.


“The Hazards of Love 2 (Wager All)”: posiblemente el momento más claramente de “rock alternativo” en el disco, The Hazards of Love 2 se asenta sobre la guitarra y voz de Meloy, trayendo a la mente a los R.E.M. más folkie por momentos. Sumamente romántica y con un pegadizo estribillo. “I lay you down in a clover bed, the stars: a roof above our heads. And we'll lie 'til the Corn Crake crows bereft of the weight of our summer clothes. And I'd wager all the hazards of love, the hazards of love”. Imposible resistirse a tal hermosura.

“The Queen's Approach”: un brevísimo interludio de banjo, sumamente oscuro, que anuncia el acercamiento de la madre de William.

“Isn't It a Lovely Night?”: uno de los momentos más emotivos y el más “alegre” del disco. Un hermoso valsecito de guitarra acústica y acordeón con algún detalle de cuerdas y un hermoso dueto entre Meloy y Stark. Precioso y romántico.

“The Wanting Comes in Waves/Repaid”: tras la luz viene la oscuridad. Esta es una canción “doble” en realidad, con elementos diferentes situados juntos para el contraste entre los dos personajes aquí involucrados: William y la Reina, encarnada esta última por Shara Worden y su potente voz operática. Las secciones cantadas por Meloy se asentúan sobre un simple riff de harpsichord que hará las delicias de los proggers, dando paso a un crescendo rockero antes de chocar contra el pseudo-metalero rock psicodélico que sirve de base a la improvisación vocal de Worden. La Reina es quizá el personaje mejor encarnado a lo largo del disco, la emoción, la furia, la maldad que se escucha en la voz de Worden no tiene comparación.

“An Interlude”: un pequeño interludio de guitarra acústica, eléctrica casi post-rockera y poca cosa más. No es nada destacable pero cumple su objetivo de dar noción del paso del tiempo a la perfección.

“The Rake's Song”: la última canción en introducir personajes al disco es también una de las más pegadizas y a la vez oscuras del disco. Como si de punk acústico se tratara, el repetitivo rasgar de guitarra da lugar a un sádico Meloy cantando como este personaje asesinó a sus tres pequeños hijos tras la muerte de su esposa, para liberarse así del “castigo” que tenía y poder vivir su vida en libertad otra vez. La percusión aunque simple le da un toque épico a una canción sumamente popera.

“The Abduction of Margaret”: retomando la melodía de “A Bower Scene” vuelve a entrar un narrador que nos explica como el personaje de la canción anterior acaba de secuestrar a Margaret. Power chords dan paso a la locura hard rockera otra vez, fluyendo directamente a la siguiente canción.

“The Queen's Rebuke/The Crossing”: y llegamos al momento más pesado del disco. Nuevamente Shara Worden hace presencia con su exquisita voz, cantando sobre pesados riffs que recuerdan a Black Sabbath en plenos años setenta. Varios solos de guitarra que bien podrían haber salido de la guitarra de Kurt Cobain le agregan un toque grungy a la canción antes que en la sección final un órgano psicodélico entre trayendo a la memoria a Jon Lord y con él a Deep Purple. El breve pero intenso solo de órgano pone final a esta épica canción.



“Annan Water”: el momento más prog-folk del disco quizá y también el momento más “Jethro Tull”. Mi favorita personal del disco (todo hay que decirlo). En la canción anterior la Reina había ayudado al captor de Margaret a cruzar un río revuelto, que da nombre a esta canción. William en su desesperación implora al río que calme sus aguas y le deje cruzar para ir en busca de su amada, a lo que el río parece aceptar. Sin embargo eso no es todo, William promete entregarle su vida al dejarle hacer esto. “So calm your waves and slow the churn, and you may have my precious bones on my return”. Las capas de órgano en el estribillo resultan hipnóticas y parecen una especie de respire ante la locura de mandolina  y percusión “rápida” de los versos.

“Margaret in Captivity”: acercándonos ya al final de la historia, esta canción nos cuenta como Margaret está encerrada, sobre la melodía de la primer parte de The Hazards of Love, ahora con una vibra oscura bajo la simple guitarra.

“The Hazards of Love 3 (Revenge!)”: comenzando con un breve reprise del harpsichord de The Wanting Comes in Waves, esta es la sección más alocada del disco sin dudas. Espeluznantes coros de niños encarnando los fantasmas de los hijos de “The Rake” hacen presencia, llevándose a su padre con ellos. La música es circense prácticamente, pero esa música circense que solo suena en la cabeza de Tim Burton al pensar sus películas.

“The Wanting Comes in Waves (Reprise)”: uno de los reprises con más sentido para mí, usualmente los reprises no aportan nada pero este sirve de perfecta antesala al final. Además esos toques de cuerda y banjo son demasiado preciosos como para ignorarlos. La deconstrucción del sonido en puro ruido, casi como ocurre en The Trial trae de nuevo a The Wall a la mente. El final estará “separado” del resto también.

“The Hazards of Love 4 (The Drowned)”: y finalmente el bello cierre del disco. Una hermosa y melancólica canción que narra los últimos eventos de la pareja, como se unen en matrimonio con el río como testigo, antes de hundirse entre sus aguas juntos. Una melodía country, solos de slide que te desgarran el alma en dos, sutiles toques de cuerdas y armonías vocales. “’With this long last rush of air we speak our vows and sorry whispers’,  and when the waves came crashing down, he closed his eyes and softly kissed her. ‘But I pulled you, and I called you here, didn’t I, didn’t I? And I caught you, and I brought you here, didn’t I, didn’t I? These hazards of love, never more will trouble us”. Exorcisados de culpa se echan a morir y asumen su suerte, el amor triunfa aunque el final sea más Romeo y Julieta que película de Disney.

Está de más decir que este disco es una obra maestra, posiblemente uno de los discos de prog más importantes de la década pasada y sin dudas una de las mejores óperas-rock hechas hasta ahora, sobre todo porque The Decemberists subsanan los problemas típicos del formato. No titubeo en ponerle un 5 de 5 a este álbum. La fluidez, la cohesión del álbum, la diversidad de estilos que cubre y la gran calidad lírica e instrumental me impiden ponerle una nota más baja. No es un disco perfecto, pero ningún disco lo es me permito decir.

Otro que se suma aquí a difundir algunos discos que resultan interesantes.

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